Elegir
libros es seleccionar encuentros,
pero también ir cerrando puertas, rechazar personajes, perspectivas y ensayos.
Hay, por supuesto, un coste de la oportunidad literaria:
cada vez que escogemos un libro estamos renunciando con ello a otros cientos de
miles.
Nuestro tiempo es irremediablemente finito:
nadie puede leerlo todo, y quizás tampoco sea deseable o saludable intentar
hacerlo.
Cada lector ha de ir trazando su propio camino, de la misma forma que cada viajero busca sus
propios destinos con arreglo a criterios bien distintos. Porque tan imposible
es conocer el mundo por completo como haber leído las obras más importantes de
la historia del escribir humano.
Hace
tiempo escuché que no había que “perder el tiempo” con la
lectura de cualquier obra escrita en los últimos 50 años. Puestos a invertir
parte de nuestra vida en la aventura literaria, los clásicos eran un valor
seguro y dado que a estas alturas de historia hay ya un número más que
significativo de títulos y autores, no merece la pena arriesgarse a leer literatura escrita hoy. Y no
porque sea de peor calidad, sino por un motivo distinto: cualquier texto clásico ha superado “el
juicio del tiempo”, mientras que los libros actuales no cuentan
con el suficiente “poso histórico”
Una opinión: Si todos
tuviéramos en cuenta este criterio
dejarían de existir los clásicos. Por una sencilla razón: si todos dejamos de
leer libros actuales por el “riesgo” que suponen, nadie escribiría. Más aún: todos los libros clásicos han
sido “novedades” en su
tiempo. El presente en el que se
escribieron les dio una oportunidad y la posteridad fue salvando el libro del
silencio más absoluto. La
categoría de “clásico”, en definitiva, no deja de ser histórica. Es probable
que cualquier título escrito por los griegos haya superado el juicio de mucho
más lectores que los libros que se pueden comprar en la feria de Madrid. Sin
embargo, eso no quiere decir que la gente deba abstenerse de acudir a la feria
o a su librería habitual, y “arriesgarse”
con la literatura contemporánea. El consejo de centrarnos en los
clásicos es conservador y juega a caballo seguro. Pero es también parasitaria del “trabajo” que
realizan millones de lectores filtrando y criticando toda la producción
literaria de nuestro tiempo. Tarea
de filtrado, por cierto, que no siempre coincide con la realizada por “expertos
¿Qué
criterio seguir entonces para leer? ¿Los más vendidos? ¿Los recomendados por
las revistas? ¿Los clásicos? Hay muchas maneras de “orientarse”
Mis libros
del último mes:
“El sueño de África”
de Javier Reverte (*****)
“Si tu me dices ven lo dejo todo… pero dime ven” de Albert
Espinosa (*****)
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