¿Cuál
es el objetivo habitual de cualquier empresa? Estaremos de acuerdo en que el
primer objetivo es “ganar dinero”, porque sin ganancias no hay viabilidad.
Ahora
bien, ¿cómo pretendemos ganar ese dinero? ¿estamos orientados al servicio al
cliente? ¿Nos importa el dinero en la misma medida que la satisfacción y la
salud de las personas, o nos da igual? Ahí radica el verdadero valor de una
organización.
Si
la respuesta es negativa podemos dejar de leer este artículo, pero quizá
deberíamos echar un vistazo a la ley de prevención de riesgos laborales, que
incluye la consideración de los riesgos psicosociales.
Si
la respuesta es afirmativa, la siguiente pregunta es ¿qué prácticas conscientes
y sistemáticas llevamos a cabo en nuestra empresa para promover la satisfacción
y la salud de las personas?
Ya
sé que esto puede “chirriar” a muchos directivos y empresarios, pero el
verdadero objetivo de una empresa, en linea con ganar dinero, debe ser
solucionar problemas y satisfacer necesidades de otras empresas o personas que,
de hacerlo bien, se convertirán en clientes.
Si
nuestro core business es puro servicio (aunque vaya apoyado en
algún producto), entonces implantar una estrategia emocional higiénica cobra
una importancia transcendental para nuestro negocio.
¿Por
qué? Porque nuestro servicio es realizado por personas, y su excelencia ya no
depende solo de sus competencias técnicas. Quizá en un tiempo pasado fuera así,
pero hoy lo que nos diferencia de nuestra competencia es precisamente cómo
prestamos el servicio y no el servicio en sí. No sé si me explico.
La clave del servicio está en “la
experiencia de cliente”, o customer experience (que en inglés parece que suena a “más
importante”, -smile-), la cual viene directamente relacionada con cómo
prestamos el servicio, que por supuesto tiene que resolver una necesidad o
problema, pero si la experiencia percibida no es lo suficientemente
gratificante y satisfactoria, seremos uno más del mercado. Y eso no es lo que
queremos, ¿verdad?
Cuando
hablamos de experiencia del cliente satisfactoria, gratificante, agradable,
etc., estamos hablando de emociones y
sentimientos de las personas que compran nuestros servicios desde
antes de tomar contacto con alguien de nuestro equipo (ha visto la web, por
ejemplo), pasando por el primer contacto telefónico o correo electrónico, hasta
la última interacción tras el servicio.
Pero claro, como el servicio que ofrecemos es realizado
también por personas (empleados
o colaboradores) es esencial que ellos
también sientan esas mismas emociones
gratificantes para que el impacto del servicio sea potente,
robusto y eficaz. El gráfico superior también es válido para los clientes
internos.
Ya
que un colaborador (cliente interno) que siente a menudo tristeza, rabia o
frustración porque percibe un entorno hostil en su propia organización, lo
terminará transmitiendo al cliente externo en forma de servicio deficiente,
generando una mala experiencia de servicio.
Evidentemente,
no hablo de sentimientos “pasajeros” de nuestros colaboradores, sino de estados
emocionales duraderos que han ido cristalizando poco a poco por exposición día
tras día a entornos hostiles, frustrantes, tóxicos, o simplemente que olvidan
que las personas no somos máquinas, ya sea de manera explícita o subliminal.
si
además, toda la organización está orientada “a cliente interno” además del
externo, y de manera multidireccional, mejor que mejor.
Por
ejemplo, para el directivo sus clientes serán su colaboradores y los
accionistas. Para el empleado o colaborador su cliente será su jefe y sus
compañeros. Para un departamento su cliente será otro departamento con el que
interactúa habitualmente, y así sucesivamente.
Si
nos fijamos bien, lo que estamos haciendo la mayor parte del tiempo,
especialmente el directivo, es interactuar con otras personas.
Por
ello, la implantación de una estrategia
emocional higiénica tiene un alto
impacto. Además, aporta un extraordinario
valor añadido cuando se realiza de manera transversal:
- Previene
conflictos intra e interdepartamentales
- Facilita la
generación de climas de confianza, saludables y productivos
- Amplía la
empatía, pilar fundamental en el servicio al cliente
- Amplía la
consciencia, permitiendo comprender e integrar diferentes puntos de vista
- Aumenta y
contagia el afecto positivo, promoviendo la cooperación individual y
grupal
- Facilita el
dialogo sincero y asertivo
- Previene el burnout
- Reduce el absentismo y las bajas
laborales
- Provoca una
experiencia de servicio altamente satisfactoria
- El cliente quiere
volver a comprar
Todo
esto correlaciona con la motivación, el bienestar, la satisfacción y el
compromiso, que a su vez impacta en el rendimiento y la excelencia en el
servicio al cliente (interno y externo), mejorando su experiencia mental y
emocional mientras interactúa con nosotros. Y esto nos diferencia ampliamente
de nuestra competencia.
Por
supuesto, la estrategia emocional no puede ser la única estrategia para llevar
la empresa a la excelencia, pero sin ella, cualquier otra estrategia no
funcionará de manera correcta y sostenible porque llevaría a un desgaste
emocional tóxico.
A
partir de aquí deberemos ir desarrollando, poco a poco, una serie de fortalezas,
recursos y prácticas saludables que amplificarán la eficacia de los equipos y
con ellos nuestros resultados económicos.
Para
empezar a implantar esta estrategia emocional higiénica de manera transversal
en nuestra empresa, debemos conjugar el verbo “querer” en presente de
indicativo (yo quiero, tú quieres, el quiere…), especialmente el equipo
directivo. Sin ello, no hace falta seguir hablando.
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