Vera
Wang construyó una marca con sus vestidos de novia al estilo fantasía
[inspirado en el mundo de los cuentos de hadas, castillos y princesas] para
celebridades. Incluso, el consumidor común conoce la marca, aunque sus
creaciones sean muy caras para su ropero. Es probable que la mayoría de esos
mismos consumidores jamás haya oído hablar de William Fung. Pero es muy posible
que hayan adquirido alguna prenda creada por él, y puede que hasta la estén
usando en estos momentos. La centenaria empresa de Hong Kong, fundada por la
familia de Fung durante la dinastía Qing, compra los productos que comercializa
a proveedores y coordina la cadena de suministro de cerca de un 30% de las
marcas que se pueden encontrar en un centro comercial cualquiera de EEUU.
Con
un mundo cada vez más interconectado, las empresas están aprendiendo a
adaptarse a las nuevas realidades. Para competir en un mundo de números, Wang
ha tratado de lograr que los productos de su empresa sean ampliamente conocidos
y usados, y ya trabaja, por ejemplo, con una línea de precios más moderada para
la cadena de tiendas Kohl's. Mientras el comercio se ve sometido a una presión
cada vez mayor para mantenerse al día acerca de las tendencias que cambian de
manera rápida, se expande hacia nuevos mercados y racionaliza la producción, Li
& Fung tiene que gestionar un proceso de producción cuya complejidad es
inédita.
"Hay
una democratización del diseño, no sólo de la moda, por eso es un desafío para
el diseñador ser siempre creativo y preocuparse, al mismo tiempo, de la
receptividad de su creación en el mundo real", dijo Wang en una
conversación mantenida con Fung, director gerente de Li & Fung, y con Jerry
Wind, profesor de Marketing de Wharton, que moderó la discusión durante la Penn Fashion Week.
"Estoy convencido de que el próximo paso de los diseños de Vera Wang será
la globalización", dijo Fung. "Antiguamente, la comunicación no era
tan eficaz. Hoy, con tanta gente conectada a Internet, la información sobre
moda y estilo viajan por el mundo en cuestión de días". Wang añadió:
"En segundos".
Ambos
dijeron que el negocio de la moda ha cambiado mucho respecto a la época en que
entraron en ese sector. Para Wang, todo comenzó por un sentimiento de
desilusión. "Yo era patinadora y llegué a participar en las Olimpiadas,
quería vencer, pero fracasé", dijo ella. Más tarde, Wang diseñó trajes
para los patinadores Nancy Kerrigan y Evan Lysek en las Olimpiadas. "Eso
me llevó a París, no a causa de la moda, sino porque mi novio era
patinador".
Mientras
estuvo en Francia, Wang estudió historia del arte en la Sorbonne y se empapó de
la atmósfera de la Ciudad
de la Luz.
"Hay dos cosas en París que no se pueden dejar de aprovechar: comida y
moda". Ella se enamoró de la segunda. "Cuando volví a EEUU, decidí
que me quería dedicar a eso. No fue una decisión fácil, porque yo nunca estudié
diseño ni moda y jamás había estado en ninguna escuela que forma a las personas
en esas actividades".
Cuando
trabajó de vendedora en la tienda de Yves Saint Laurent en Madison Avenue, en
Nueva York, Wang conoció por casualidad al director de moda de Vogue. De ese
encuentro Wang obtuvo un empleo y pasó 17 años escalando puestos dentro de la
revista. La experiencia adquirida alimentó en ella el deseo de convertirse en
diseñadora. Al final, empezó a trabajar en Ralph Lauren. "Cuando me
comprometí, trabajaba para Ralph, pero no quería que él hiciera mi vestido de
novia porque cabía la posibilidad de que no me gustara el resultado",
dijo. "Acabé dándome cuenta de que estaba ante una oportunidad de negocio.
Yo no trabajaba con vestidos de novia, pero era una profesional con amplia
experiencia en moda".
La
amistad de Wang y Fung viene de la amistad que había entre la familia de ambos.
Sus padres se conocieron y huyeron de China para escapar de la Revolución Comunista
de finales de los años 40. Fung señaló que, aunque haya sido homenajeado por
Parsons School of Design de Nueva York, "no sé siquiera diseñar". El
buen diseño, añadió, "no necesita ser caro. Puede ser un artículo de ropa
cotidiano; no necesita ser alta costura. Li & Fung forma parte de un
segmento que no trabaja con prendas caras. Somos el lado de la
producción".
Li
& Fung fue fundada por el abuelo de Fung en 1906 en la ciudad china de
Canton, hoy conocida [en inglés] como Guangzhou. En aquella época, la empresa
se dedicaba a las exportaciones directas y a atender la demanda de los clientes
occidentales de cosas como porcelana y seda. Cuando el régimen comunista tomó
el poder en China, la familia y el negocio se mudaron a Hong Kong que, en aquella
época, estaba bajo control británico. La empresa amplió después sus actividades
y empezó a exportar ropas, juguetes, productos electrónicos y flores de
plástico. Por último, empezó a distribuir productos varios comprados a
proveedores, a gestionar cadenas de abastecimiento y hoy trabaja también con
logística. Víctor, hermano de Fung, es presidente de la empresa.
"El
mayor desafío que tenemos hoy en día es atender al mercado [...] Tenemos que
estar al corriente de las tendencias, no sólo de la moda, sino también de la
cultura: es preciso saber qué están vistiendo las personas cuando van al café,
a la discoteca, y cómo lidiar, por ejemplo, con un fabricante que está a miles
de kilómetros de distancia en algún lugar de Asia", dijo Fung. "Está
también la cuestión del proceso creativo y de cómo hacer realidad el diseño.
Todo eso tiene que estar interconectado. El papel de mi empresa es juntar esas
dos cosas".
Alta costura a cualquier precio
Aunque
Wang entrara en el mercado de vestidos de novias porque viera que había una
oportunidad comercial, no necesitó mucho tiempo para darse cuenta de que se
trataba de un segmento con retornos limitados. Los vestidos de novia de Wang
los vistieron Chelsea Clinton, Alicia Keys y Jennifer Garner, pero "ése es
un segmento muy sofisticado en que se crea un vestido una única vez, lo que
dispara su precio. El vestido se hace por encargo. Es una publicidad excelente
cuando una estrella de cine o alguien muy famoso lleva un vestido tuyo. Eso
proporciona un grado extraordinario de presencia para la marca", dice
Wang. "Por otro lado, desearías que los clientes no se repitan. Y el
vestido por sí sólo no permite ganar mucho dinero".
Cuando
Wang entró en la industria de la moda hace 22 años, "sólo podías empezar
por arriba". La dificultad a la que se enfrentan muchas firmas de alta
costura consiste en saber cómo traducir el reconocimiento de un nombre
sofisticado en ventas que sostengan el negocio. El problema se vuelve aún más
complicado por el hecho de que las celebridades ya no se limitan a vestir ropa
de marca. "Muchos de nosotros, estilistas de verdad, estamos peleando con
la cultura de las celebridades", dijo Wang. "Compito con mi amiga
Gwen Stefani en el segmento de perfumes; una línea de vestuario de Jennifer
Lopez va a competir con la mía en Kohl's. Ha habido un cambio generalizado en
el ámbito de la identidad de la marca, en la identidad del estilista y en la
forma de mantener su nombre en boga.
"En
décadas pasadas, sólo quienes pasaran por los puestos de Bryant Park durante la Fashion Week de Nueva
York sabían de primera mano cuales serían las tendencias de la temporada
siguiente. Hoy, para asistir a un desfile de moda tan solo hay que visitar
YouTube; además, imitaciones baratas de los modelos que se muestran en la
pasarela se copian rápidamente y se mandan a las líneas de producción. "La
verdad es que si yo me quedara en el segmento de novias no habría mucho futuro
para mí", dijo Wang. "Desde hace ocho años trabajo con el
prêt-a-porter. No ganamos dinero con eso; al contrario, perdemos mucho dinero.
Recorremos un arduo camino y hoy somos una de las casas americanas más
importantes de la Fashion
Week , junto con Marc Jacobs y Michael Kors [...] Eso me
permitió trasladar el conocimiento que yo tenía de la ropa deportiva a Kohl's.
"Cuando
Wang decidió crear una línea de ropa de precios reducidos. El problema era
saber cómo traducir la estética del estilo y del diseño de un vestido de US$
10.000 en un top de US$ 24. "Siempre intento añadir valor, cualquiera que
sea el precio. Quien compra un vestido de boda Vera Wang por US$ 10.000, compra
un vestido hecho artesanalmente en Akron, Ohio, por tres mujeres que trabajan a
mano durante dos días", dijo la estilista. "Por otro lado, cuando
hacemos camisetas estampadas para Kohl's [...] hacemos lo necesario para que la
camiseta tenga un precio módico y la mayor calidad posible. Si fuera una
camiseta de US$ 19, quiero que las personas entiendan que están comprando una
camiseta de US$ 90 por el diseño, por la concepción, por el cuidado y actitud
conferidos a la prenda". Además de la línea Kohl, Wang amplió sus
actividades y ahora vende una línea propia de perfumes, joyas, gafas, zapatos y
productos para el hogar. Ella lanzó también una línea de vestidos de novia a
precios más ajustados que están a la venta en David's Bridal.
No
importa lo exigente que sea el consumidor en cuestión de gusto —online y
offline—, las elecciones que hacen siempre sorprenden. En todas las reuniones
de la línea Kohl, Wang y su equipo buscan seleccionar de 12 a 20 piezas que
formarán una colección. "Sólo se puede escoger una falda o una blusa:
¿Cuál es la falda acertada? ¿Cuál es la blusa correcta? Tal vez se puedan escoger
cinco suéteres, pero no 30. Además de diseñar, hay que escoger con éxito 12
veces al año". Leer los informes elaborados regularmente sobre la ropa que
mejor o peor se ha vendido "es lo que menos me gusta, porque a veces yo
creo que he hecho cosas que deberían haber tenido una buena salida, pero no fue
así", añadió Wang. "Otras cosas que yo creía que nunca se venderían,
tuvieron buenas ventas. Discuto las opciones con 30 ejecutivos, pero nadie
acierta nunca. "¿Ese suéter era demasiado grueso para Alabama? ¿Era
demasiado fino para San Francisco?".
Con
el crecimiento de India y de China y de otros países en desarrollo, que se
convertirán en grandes mercados de consumidores, tanto Wang como Fung prevén
que el tipo de conversación que tenga lugar en aquellas reuniones en breve ya
no se limitará al estilo de ropa más adecuado a las grandes ciudades de EEUU y
de Europa. Las clases media y alta, cada vez mayores en la India , China y en otros
lugares, comenzarán a demandar bienes de lujo —y las marcas más sofisticadas se
aproximarán a ese público que podrá formar su nueva base de clientes. "Los
anuncios de las grandes firmas —Prada, Louis Vuitton, Chanel— usan, todas
ellas, modelos asiáticos. Es sorprendente que una casa italiana como
Prada" haga eso, dijo Wang. "El mundo será un lugar más pequeño, y
las diferencias se volverán cada vez menos perceptibles. Ese será un gran
desafío para nosotros".
"Integración virtual"
El
hecho de que Wang y su equipo tengan que reunirse tantas veces al año para
lanzar una nueva colección es una prueba de cómo ha cambiado el mundo de la
moda. "Antiguamente, había sólo dos temporadas", dijo Fung. "Si
escogías la falda equivocada, menuda mala suerte. Ahora el número de encargos
es mayor —cada dos meses. Los errores son menos escandalosos".
Pero
la entrega más rápida del stock complica el proceso de determinar el origen del
material de una prenda específica, donde se harán y se montarán los diferentes
componentes, y el camino que una remesa recorrerá para que el producto llegue
antes a las estanterías del minorista. Li & Fung administra ese proceso
para sus clientes usando una red de TI que coordina los esfuerzos de más de 60
oficinas y 15.000 fábricas independientes en todo el mundo.
"Usted
va a cualquier parte del mundo y a cualquier fábrica que atienda a las demandas
de sus clientes", dijo Fung. "El año pasado, tuvimos unos ingresos de
cerca de US$ 16.000 millones. Jamás conseguiríamos algo así si fuéramos sólo
fabricantes. Algunos de los mayores fabricantes de nuestro sector ganan en
torno a US$ 400 millones. Si tuviéramos fábricas propias, tendríamos cerca de
dos millones de trabajadores. Es imposible gestionar a tanta gente. Decidimos
entonces gestionar la cadena de abastecimiento. Llamamos a ese proceso
'integración virtual'.
"Los
procedimientos de una cadena de abastecimiento son gobernados principalmente
por el tiempo de ejecución [lead time] y por el valor, dice Fung. "Si me
dieran el tiempo suficiente para producir una camiseta, posiblemente
escogeríamos el tejido en China, lo llevaríamos a Bangladesh, se cosería allí y
después sería enviado a EEUU. Si me dijeran que necesitan el producto en dos
meses, cogeríamos tejido chino e incluso lo fabricaríamos en China. Si me
dieran tres semanas, lo más probable es que el producto lo hiciéramos en
Turquía. Ese es el grado de customización a que llegamos". La existencia
de una base de clientes más informada, sin embargo, significa que otros
factores están volviéndose, cada vez más, una parte más significativa de la
ecuación. "En el pasado, el cliente observaba sólo dos cosas en un
producto: en primer lugar, él verificaba el precio; después, si la calidad era
buena. Actualmente, el consumidor quiere saber cómo se hace el producto. ¿Se
elaboró con mano de obra poco remunerada? ¿Su fabricación contribuyó a
contaminar el medio ambiente?
"El
alcance global de Li & Fung nació de la necesidad de entrar en los mercados
con el coste de mano de obra más bajo posible. La empresa dejó de hacer
negocios con las fábricas de Hong Kong y empezó a trabajar con fábricas en
Taiwan, Corea, Filipinas, Indonesia y Tailandia. Cuando, al final de los años
70, las reformas económicas abrieron el mercado de mano de obra al mundo,
"no hubo quien no levantara las manos y dijera: '¿Cómo vamos a competir
con China?'", dijo Fung. "Hace algunos meses, en China, alguien me
dijo: 'Es tan difícil competir con el personal de Bangladesh y de Pakistán'.
Las barreras de entrada no son significativas; muchas de las empresas que
apoyamos están en el primer grado de la escala del desarrollo". Una
fábrica puede comenzar produciendo productos para Wal-Mart, pero a medida que
la economía del país se desarrolla, y la fuerza de trabajo gana más experiencia
y salarios más altos, esa fábrica empieza a producir productos más caros para
Kohl's y Macy's.
"Tenemos que reaprender a
trabajar con la inflación"
Fung
dice que la era de los productos baratos de Asia se ha acabado. El punto de
inflexión fue el suicidio de 14 trabajadores en la fábrica de electrónica
Foxconn, en China, que produce componentes para Dell, Hewlett-Packard y Apple,
entre otras. La empresa reaccionó a las muertes prometiendo mejores salarios,
pero Fung dijo que lo sucedido también marcó un punto de inflexión para el
liderazgo chino.
"El
Gobierno chino planea aumentar en un 13% los salarios cada año durante cinco
años. Eso significa que los salarios prácticamente se doblarán. Es un hecho
inédito [...] y creo que eso llevará a un aumento enorme de los precios para el
consumidor", dice Fung. "Las personas dicen que China es sólo un
país, pero es un país grande si tenemos en cuenta su producción. China marcaba
el límite de los costes laborales en otras partes del mundo, como India y
Camboya. A medida que los precios suban en China, subirán también en otros
países".
El
fin del "efecto China" sobre los precios del mundo aumentará por las
subidas de los precios de las materias primas. "Antiguamente, decíamos que
cuando los precios del algodón llegaban a un dólar la libra, tendríamos que
cerrar las puertas. Hoy, el algodón cuesta dos dólares la libra", dijo
Fung. "Eso es resultado de varias cosas: el hecho de que China y la India ahora consumen más
aumenta la demanda de materias primas. La mayor parte de ellas está denominada
en dólares americanos. Con la segunda ronda de flexibilización monetaria
[quantitative easing, o QE2, inaugurada por el Gobierno federal el otoño pasado
en un esfuerzo para estimular la economía), el dólar americano se
devaluó".
Si
las empresas no quieren alejar al consumidor pasándole a él el grueso del
aumento del coste de los negocios, "la mejor estrategia es hacer más
eficientes las cadenas de abastecimiento", dijo Fung. "Desengrasar
las cadenas de abastecimiento va a requerir un esfuerzo enorme, lo que exigirá
también que la logística se vuelva más eficiente y que los productos sean
fabricados de tal modo que estén listos para ser embarcados de manera que no
tengan que ser transportados tres o cuatro veces por los centros de distribución
americanos con coste de mano de obra elevado".
Al
referirse al hecho de que un pantalón de Gap que costaba US$ 28 cuando Li &
Fung comenzó a trabajar con el minorista a mediados de los años 70 aún cuesta
más o menos lo mismo, Fung llamó la atención sobre el hecho de que "habrá
un periodo de inflación en los precios al consumidor, y no de deflación, como
ha sido la norma en los últimos años. Tendremos que reaprender a lidiar con la
inflación".
La democratización de la moda: William Fung y Vera Wang y las implicaciones de la globalización Artículo de Universia Knowledge@Wharton
Fotografía de Javier Ideami: Fotografía
digital de ensueño. Artista ovetense nacido un 27 de enero de 1973, formado en
artes (pintura, fotografía, cine, diseño y música) y en ingeniería informática.
Está especializado en la fotografía artística y el arte digital, y colabora
regularmente con otros artistas y creativos en otros proyectos innovadores por
todo el mundo. De sus experiencias funda los estudios Ideami, desarrollando una
expresión artística sin igual e interpretando la vida y el espíritu humano con
madurez asombrosa.
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