A punto de finalizar el Año Europeo del Voluntariado, es buen momento para reflexionar sobre el voluntariado corporativo como herramienta privilegiada para una Responsabilidad Social Empresarial (RSE) orientada al logro de cambios reales "más allá del marketing".
De entrada, conviene recordar que el compromiso social empieza en casa. No es coherente que una empresa se precie de sus acciones de RSE dirigidas al exterior mientras su clima laboral interno no refleje flexibilidad, respeto por los valores personales de los empleados y una adecuada gestión del talento. El voluntariado corporativo (VC) permite conectar todos estos elementos y refuerza los vínculos de la empresa con sus trabajadores, por lo que sus efectos positivos se extienden a la actividad cotidiana de la organización.
Además,
disponer de personas capacitadas y motivadas incrementa de modo significativo
el potencial alcance de las acciones, especialmente en aquellas que se dirigen
a colectivos amplios y que perderían eficacia sin la participación altruista de
un buen número de personas. Por señalar algún ejemplo, en el ámbito de la
educación financiera existe un campo prácticamente ilimitado de actividades en
las que podrían involucrarse los profesionales, en activo o jubilados, de
bancos y entidades de ahorro.
Sin
embargo, aún queda margen de mejora para extraer todos los posibles beneficios
del VC. Existe cierta desconexión
entre las necesidades sociales percibidas por las ONG y los ámbitos de
actuación que serían más valorados por las empresas. Tanto las entidades
privadas como el tercer sector aportan una perspectiva valiosa a la hora de
definir las prioridades de acción, pero no debemos olvidar el papel orientador
que también pueden desempeñar las instituciones públicas. Por fortuna existen
diversas organizaciones que actúan como espacio de opinión y debate para tratar
de conciliar todos los enfoques. A las asociaciones consagradas a la RSE , como Forética o Red Forum
Empresa, se han unido otras orientadas de forma más específica al VC, como
Fundación CODESPA, Voluntare y Fundar.
También
se está superando con rapidez la creencia de que solo las grandes compañías
pueden permitirse establecer programas de VC. No es una cuestión de
presupuestos ni tiene por qué enfocarse en objetivos geográficamente distantes.
Voluntare propone un interesante debate sobre si las acciones que se realizan
fuera de la jornada laboral pueden considerarse voluntariado corporativo; es
cierto que en empresas de menor tamaño hay que tener en cuenta las necesidades
del trabajo, pero en modo alguno se trata de una cuestión excluyente.
Lo
importante es que cada entidad identifique aquellos campos de acción en los que
su impulso puede ser más eficaz, considerando su ámbito de actividad y el
alcance de su posicionamiento en la comunidad. Las posibles áreas de acción y
la manera de implementarlas son tan diversas que es prácticamente imposible no
encontrar una forma de participar, ya sea de manera individual o, lo que cada
vez será más habitual y probablemente más eficaz, en coordinación con otras
organizaciones públicas o privadas.
Comentábamos
que el VC permite plantear acciones de verdadero impacto destinadas a personas
y comunidades reales, más allá de las posibles recompensas en términos de
reputación. Con este fin resultan especialmente interesantes las iniciativas
dirigidas a medir el impacto
social de las acciones de voluntariado corporativo, como la herramienta desarrollada por Boston Consulting Group y
Fundación CODESPA o la que ofrecen la Red Forum Empresa y Fundar para que las empresas
realicen de forma gratuita su auto-evaluación.
Un
adecuado seguimiento permite a los impulsores de los proyectos valorar la
necesidad de ajustes y proporcionar a la empresa, a sus empleados y a los
grupos de interés una perspectiva objetiva de los beneficios asociados al
compromiso social.
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