La
introducción del copago farmacéutico en Cataluña ha abierto la caja de los
truenos en España sobre las fórmulas para recortar el abultado déficit de la
sanidad pública. En la UE ,
la mayoría de los países han reformado sus sistemas sanitarios y han
introducido el copago como forma de financiación adicional e intento de hacer
más eficientes los planes de salud, como viene pidiendo Bruselas.
En
España, el copago levanta rechazos generalizados bajo la idea básica de que la
sanidad pública ya se paga con los impuestos. La vicepresidenta del gobierno,
Soraya Sáenz de Santamaría, ha salido al paso de informaciones que prevén la
introducción del copago en el sistema sanitario español y ha dicho que es un
tema que «no se ha abordado ni está en la mesa del consejo de ministros». Sin
embargo, el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, mostró su
sospecha de que el gobierno del PP haya decidido implantarlo en todas las
comunidades donde gobierna.
Es
un hecho que las autonomías españolas, competentes en Sanidad, han ido
aumentando el déficit en el sector hasta hacer difícil su financiación sin recortes
o sin ingresos añadidos. Las exigencias de Bruselas para reducir el déficit
público han hecho mella y se cierran las vías para garantizar una asistencia
sanitaria de calidad, teniendo en cuenta además que el gasto sanitario español
no llega a la media comunitaria, que está un poco por encima del 7% del PIB.
Cataluña ha abierto la veda, al aprobar el Parlament el cobro de un euro por
cada medicamento con un precio superior a 1,67 euros, del que quedan exentos
solo los beneficiarios de renta mínima de inserción y quienes reciben una
pensión no contributiva.
La
mayor esperanza de vida en Europa, los costes sanitarios, el mercado laboral y
la crisis económica obligan a replanteamientos y la OCDE ha recomendado a todos
los países que reformen sus sistemas de financiación para hacerlos más
eficientes. Desde Bruselas, esa misma petición se incluye repetidamente en las
recomendaciones o exigencias de consolidación fiscal.
Los
defensores del copago sanitario argumentan que la medida es efectiva en el
ahorro del gasto sanitario y que modera el abuso de la asistencia sanitaria
pública y el despilfarro. Sus detractores creen que es una medida injusta
porque así se dificulta el acceso de las clases menos favorecidas a la sanidad
pública, además de originar gastos añadidos.
Lo
cierto es que la idea ha ido calando en la mayoría de los países de la UE y el copago se ha ido
introduciendo de una forma u otra. Solo en el Reino Unido se
mantiene la gratuidad de la sanidad. Las medicinas también son gratis en
Escocia, Gales e Irlanda del Norte. En Inglaterra se paga una tarifa única de
unos 9 euros.
Alemania ha introducido este año una novedosa fórmula
de copago, por la cual el paciente paga 10 euros en la primera consulta del
trimestre y eso le da acceso a acudir cuantas veces necesite a los centros
médicos o realizarse todo tipo de pruebas. Por los ingresos hospitalarios se
pagan otros 10 euros diarios. El copago por los medicamentos puede llegar hasta
los 10 euros también. Está exenta la asistencia pediátrica.
Francia ha reformado también su financiación
sanitaria y ahora se pagan diferentes porcentajes del precio de la receta,
según su gravedad, y un euro por cada acto médico, excepto para los menores de
16 años.
En Italia se
paga un porcentaje de las medicinas, excepto para menores de 6 años y mayores
de 65, y otro del coste de las visitas a especialistas, entre 15 y 20 euros, y
las pruebas médicas, con diferencias en la cantidad, dependiendo de las
regiones. Por urgencias no justificadas hay que abonar 25 euros.
En Portugal se
pagan hasta 5 euros por prestación médica, algo más por ingreso hospitalario,
excepto embarazadas, menores, jubilados enfermos crónicos: y 8 euros por
asistencia en urgencias.
En Bélgica, Austria o Suecia también
está implantado el copago con diferentes porcentajes sobre acto sanitario en
función de las rentas del paciente.
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