La
dinámica familiar ha experimentado grandes cambios en los años recientes. Las
relaciones padres-hijos también afrontan profundas modificaciones. La crianza
de los hijos y el vehemente deseo de acertar en ella, originan con frecuencia tensiones
emocionales en los padres.
Para una amplia gama de la sociedad, la vida de los hijos ocupa el espacio preferencial de sus motivaciones hasta tal punto, que la felicidad del hijo, condiciona la felicidad de los padres.
En el contexto de las relaciones interhumanas, los derechos y los deberes ocupan un lugar preponderante y de necesaria reciprocidad, en el sentido de que quien es sujeto de derechos lo es también de deberes y viceversa.
El
diccionario de la Real
Academia de la
Lengua define el derecho como “la facultad de hacer o exigir
todo aquello que la ley o la autoridad establece en nuestro favor”. Aquí se intenta resaltar la importancia de los
padres enfocándolos como sujetos de derechos dentro de la dinámica familiar y
social.
Una
revisión publicada por el pediatra mexicano José Novoa Bodet sobre el tema, nos
permite enumerar los derechos que se consideran más relevantes.
El derecho a equivocarse,
como cualquier ser humano. La falibilidad no desaparece por el hecho de llegar
a ser padre o madre. El costo de crecer como ser humano está representado por
la posibilidad de equivocarse.
El derecho a disfrutar la relación con el hijo. Es necesario reivindicar el gozo en la relación padres-hijos en un modelo interactivo que propenda por la autorrealización de todos los integrantes de la familia. Los hijos hay que tenerlos si uno está dispuesto a disfrutarlos, si se tienen ganas de buscar en su compañía la felicidad. Recordemos, con el poeta Rumberck, que “la felicidad no es una estación a la cual hay que llegar, sino una manera de viajar”.
El derecho a ser la autoridad en el hogar y fijar las reglas por la que los hijos se han de guiar, dentro de un referente normativo que involucra necesariamente componentes axiológicos y culturales, que permitan educar dentro del diálogo y la reflexión, manifestando con serena firmeza los desacuerdos cuando hubiere lugar a ello.
El derecho de los padres a satisfacer sus necesidades y alcanzar metas propias, sin sacrificarse por los hijos, pero sin sacrificarlos a ellos. Como lo anota con claridad Erich fromm, “ser capaz de prestarse atención a uno mismo es requisito previo para tener la capacidad de prestar atención a los demás; el sentirse a gusto con uno mismo es la condición necesaria para relacionarse con los otros”.
Los padres tienen todos los derechos del mundo a sus ideales, sus gustos, sus aspiraciones. En la medida en que el padre o la madre sean personas en camino de su realización personal, constituirán el mejor modelo y el más adecuado catalizador para realización de sus hijos.
El derecho a tomar ocasionalmente vacaciones en la tarea de ser
padres. Actividades tan sencillas como
asistir a una cena, a una función de teatro o pasar un fin de semana en amable
y solitaria relación de pareja, es algo que revitaliza la unión parental y crea
condiciones favorables para ejercer competentemente el difícil arte de ser
padres.
El
pleno ejercicio de los derechos descritos contribuye notablemente para que
dentro de una ambiente familiar, amoroso y gratificante, los padres puedan
encontrar en sus hijos, la feliz realidad de su trascendencia biológica.
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