Una
de las necesidades doctrinales más importantes de esta disciplina consiste en
normalizar y explorar los puntos de aplicación específicos e indispensables al
crecimiento de la eficacia de Inteligencia Económica. Por consecuente, se define como “la búsqueda,
el tratamiento y la transformación de la información de uso jurídico y normativo
en conocimiento” con el fin de:
Preservar
a la empresa de contenciosos o a abordarlos en las mejores condiciones
posibles.
Garantizar
el reconocimiento y la protección jurídica de los derechos corporativos e
inmateriales de la empresa.
Apoyar
a la inteligencia económica.
Para
formularlo de otro modo, consiste en dar razón
a la empresa en el máximo de ocasiones a través de la información. La
protección de la información de una empresa se obtiene vía el conocimiento
profundo de las prácticas de propiedad intelectual e industrial. En cuanto a garantizar el reconocimiento y
protección jurídica de los derechos corporativos de la empresa se obtiene a
través del lobby, entendiendo este como “una acción de influencia cuyo objetivo
es la concienciación por parte de los agentes económicos, legislativos y
normativos de las necesidades de la empresa”.
No es chocante que una empresa pueda dar su opinión en cuanto a los
textos de ley que le atañen o en los procesos de elaboración de normas que le
incumben. Nada tiene esto que ver con el tráfico de influencias ni la
corrupción.
La
síntesis de esta categoría de la Inteligencia Económica es un campo de disciplina autónomo de la que
se deriva una estrategia jurídica dinámica y creativa de la empresa y no sólo
del dominio de las leyes fiscales y laborales. Una estrategia así permite
proteger eficazmente el capital inmaterial, de evitar procesos jurídicos o
anticipar la búsqueda de pruebas y de formalizar y poner en marcha acciones
adaptadas a las evoluciones económicas (sistemas
productivos locales por ejemplo…) todo ello asociado a una estrategia
comunicativa reactiva que permita defender la imagen corporativa de la empresa
de las ingeniosas y ofensivas acciones de desestabilización por la información.
Por otra parte, sirve para proteger a la empresa sabiendo que todas sus
prácticas son rigurosamente legales y acorde a la deontología de la empresa.
Normalmente
las PYMES no se pueden permitir acciones de Vigilancia Jurídica, por lo que
deben ser las asesorías las que den este servicio crucial de protección; la
salvaguarda del patrimonio tangible e intangible del conocimiento interno de la
empresa, la elaboración de políticas eficaces de confidencialidad o estrategias
ingeniosas de patentes, capaz de arbitrar, en el momento y en la distancia, las
prácticas fraudulentas de “patentes cebo”, la instalación de patentes de
protección, o la táctica de inundación de patentes para volver indetectable la
realmente útil. La consultoría sobre la utilidad de patentar por el cliente debería
ser también cosa de las asesorías; ¿debe patentar la empresa esta invención y
hacerla pública, o bien poner en marcha unos procedimientos de salvaguarda del
secreto industrial con el fin de sacar un mayor rendimiento en el tiempo?
Por
otra parte se pueden citar también las nuevas acciones de de desestabilización
que se derivan de la instrumentalización de la justicia. Algunas empresas
emprenden procesos jurídicos con el fin de perderlos pero obtener ventajas
económicas puntuales u orquestar ofensivas mediáticas contra un competidor (entonces hay que poner en marcha estrategias
de protección de la imagen contra lo que se denomina riesgos informacionales).
Algunos incluso han puesto denuncias contra dirigentes de empresas en bolsa para
hacer caer el valor y así poder comprar un mayor número de acciones.
Un
problema crucial de las PYMES es la lucha contra las copias y plagios; en estos
casos la
Inteligencia Económica puede prever estos problemas y
buscarles solución antes de que afloren, recolectando pruebas, trayendo
identidades de responsables o estudios sanitarios para el consumidor…
En
breve una gran cantidad de PYMES cuyos DG están cerca de la jubilación sufrirán
ataques por parte de grandes oligopolios y fondos extranjeros con el fin de ser
compradas. Una gran práctica en los procedimientos de negociación y en los
arcanos de los pactos de accionistas permitiría a estas empresas seguir siendo
lo que son y no pasar a formar parte de algún oscuro trust.
Como
su referente económico, la
Inteligencia jurídica debe ayudar a determinar si es juicioso
la competición, la colaboración o la competición.
Para
las grandes empresas resulta interesante este tipo de inteligencia desde que la
disuasión estratégica ha pasado de ser de militar, a económica. La amenaza que
garantiza la cohesión de los estados será geoeconómica antes que coercitiva. De
hecho, los conflictos se pueden definir hoy como la expresión agresiva de un
deseo económico. Este deseo utiliza las nuevas tecnologías de la comunicación para
vehicular el conocimiento como una parte más de la estrategia global.
“LA INTELIGENCIA ECONOMICA
AYUDA AL MARKETING A CREAR VALOR PARA LAS EMPRESAS, DETECTANDO Y REVELANDO EL
VALOR PARA LOS CLIENTES”
(Del
libro “Intelligence Economique” de Eric
Delbecque)
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