miércoles, 23 de enero de 2013

Reflexiones de Juana Sánchez González. LA MITAD VISIBLE




Alguna vez he comentado que soy seguidora de “La Mitad invisible” un programa de divulgación en arte. Todo en él está cuidado con mimo: el guión, la música, el diseño, la temática y hasta el tiempo: que pasa volando. La esencia de este formato es ir más allá de una obra de arte (cuadro, canción, monumento…) para sumergirse en esa parte en la que no nos fijamos, a la que no damos importancia, al menos la primera vez. Se hacen preguntas como en este programa: ¿Qué leía el doncel de Sigüenza? Un misterio.

Cuando emprendemos la aventura de montar un negocio propio, la excitación por lo novedoso del proyecto, quizás la excesiva ambición mal gestionada, y el nulo estudio del contexto producen que esa mitad visible de nuestra idea se torne lo contrario, que sean los demás los que se den cuenta de tu error mientras buceas entre versiones modernas de “El cuento de la lechera”. Pero ojo, ese misterio que tú no eres capaz de visualizar, quizás sea cazado al vuelo pero por un entendido en el arte de emprender, cuestión seria.

Algunos expertos en economía ahora son colaboradores habituales en las tertulias radiofónicas. En particular me quedo con Santiago Niño. No por su buen hacer o lo contrario simplemente es una cuestión casual. Me llama la atención cuando atiende a oyentes que le cuentan que han montado un negocio o que tienen en mente hacerlo.

El susodicho emprendedor, cuenta la mitad visible de su idea. Sobre todo si lleva un año en el mercado, nos pone al día de cómo le va, cuánto ha invertido, ganado o perdido. Y él, toma aire, deja un silencio y aconseja. Así, sin más. En ocasiones escuchamos llamadas surrealistas, negocios que sólo unos cuantos elegidos acudirán a ellos. Dinero llama a dinero, supongo. Pero otras veces, ladea la cabeza (o al menos yo me lo imagino así) y en un tono paternalista, le explica al aventurero empresarial que debería cambiar un par de aspectos.

No sé en qué se basa. Probablemente con la poca información que le dan tiene suficiente para emitir un juicio. Tal vez, él sea como los creadores de “La Mitad Invisible” y sepa captar mejor que los demás esa parte opaca de la idea donde pervive la esencia del error que tanto el oyente como el que reclama su aprobación no distinguimos.

En el caso del programa se trata de arte, de canciones, de películas, de la tenacidad del artista, en el del economista se trata de jugar a ser un visionario y decidir en unos minutos si la canción, perdón, el negocio pasará a los anales de la Historia o nuestro emprendedor deberá colgar los pinceles. A mí me infundiría respeto ofrecer una opinión inclinada al sí o al no en estos tiempos, pero claro: yo no soy Santiago Niño ni una experta.



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