Sonría,
por favor...No sólo porque es un gesto que, aunque sea fingido, al final acaba
provocando sentimientos positivos por las conexiones cerebrales que produce
mover 15 músculos de la cara, sino también porque el buen humor es contagioso,
porque une a las personas, porque sonreír alarga la vida y... porque hoy es el
Día Mundial de la Sonrisa.
¿Suficientes motivos? Sobre este gesto tan poderoso reflexionó ayer el
psiquiatra e investigador Luis Rojas Marcos en una mesa redonda promovida por
Danone en la Casa
de América de Madrid, en la que también intervino el filósofo José Antonio
Marina.
–¿Qué
beneficios físicos y psíquicos produce la sonrisa?
–Tiene
varias funciones: la de expresar un sentimiento de alegría, de placidez, de
conexión afectiva con otra persona, de agrado, es una manifestación de la cara
y dicen que la cara es el espejo del alma. Al mismo tiempo que sonreímos
movemos 15 músculos y se ha demostrado que esa expresión genera sustancias en
el cerebro que regulan las emociones y que hace que se generen emociones
positivas. Personas que comienzan por reir de forma artificial, si continúan,
llegan a sentirse bien. Es un mecanismo antiestrés que fortifica nuestro
sistema inmunitario.
–¿No
cree que la gente sonríe poco?
–Hay
sociedades en las que la sonrisa forma parte de los rituales sociales. En
países asiáticos las personas sonríen porque es un gesto socialmente necesario
a la hora de saludar o de recibir a alguien. En Europa y, en concreto en
España, la gente sonríe a menudo, aunque lo hagamos más con la familia o los
amigos.
–Hay
quien asegura que hay diferencias culturales y de género sobre cómo y por qué
sonreímos. Las mujeres hacen este gesto más que los hombres; los rusos son los
que menos y los estadounidenses los que más, aunque tienden a expresar sonrisas
más falsas. ¿Está de acuerdo con esta teoría?
–En
las profesiones en las que se trabaja de cara al público, la sonrisa es una
expresión de la cara que favorece la conexión con el cliente y el comprador en
potencia. Forma parte del ritual de recibir y comunicarse a todos los niveles.
El médico utiliza la sonrisa como un gesto de bienvenida o comprensión que nos
une a los pacientes. En EE UU se glorifica el optimismo, se presume de estar
contentos y la sonrisa es un mensaje que damos al resto de que estamos bien. En
EE UU no son más felices que en Europa, pero son más risueños porque la cultura
lo favorece. Cuando uno va a una entrevista de trabajo es muy importante decir
que eres optimista.
–Ahora
se habla mucho de la risoterapia. ¿Produce los beneficios mentales y
emocionales de los que se habla?
–Darwin
y Gregorio Marañón ya hablaron de lo saludable que es la sonrisa y cómo influye
en nuestro estado de ánimo. Hay muchos tipos de psicoterapia y la risa es
contagiosa. No todo el mundo conecta con esta terapia pero muchos se benefician
de ella. Cierto es que no cura una depresión ni una ansiedad profunda, pero es
positiva para evitar el estrés y situaciones de aislamiento.
–
¿Cómo influye una sonrisa en la persona que la recibe?
–La
risa se oye, pero la sonrisa hay que verla. Si hay alguna persona con la que
conectamos sólo con una sonrisa, la percepción del que la recibe cambia. Manda
un mensaje positivo.
–
¿Qué le hace a Usted reír?
–Cuando
he tenido un papel de jefe me he dado cuenta de que es importante rodearse de
personas que tengan capacidad de llevar bien a otras personas difíciles en el
trato, de carácter amargo. Sólo contrato a los que sonríen y tienen buen humor.
El detalle
El
sevillano Luis Rojas Marcos, profesor de Psiquiatría de la Universidad de Nueva
York, miembro del Consejo de Medicina y la Asociación Americana
de Psiquiatría, entre otros muchos reconocimientos, además de autor de «La
fuerza del optimismo» y «Los secretos de la felicidad», llegaba a su casa
escuchaba las noticias y se lamentaba de las tragedias que ocurrían en el
mundo. «Ahora he aprendido que es necesario ver programas que te hagan reír y
quedar con los amigos a echar unas risas y si no te sale de forma espontánea,
hay que proponérselo. El psiquiatraViktor Emil Frankl, que vivió en campos de
concentración, asegura que se imponían contarse chistes para sobrevivir».
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