Ahora
que las cifras macroeconómicas de nuestro país parece que empezarán a darnos
cierto respiro, y no seré yo el que no me alegre de ello, sobre todo en la
medida que las previsiones se vayan confirmando con los datos reales, me
preocupa la tendencia que observo en algunas personas a pensar que, una vez
pasada la tormenta, regresaremos a la situación previa a la crisis, que las
cosas volverán a ser más o menos como eran y que nuestra resistencia habrá
merecido la pena, algo que, al fin y al cabo y si lo pensamos fríamente, es muy
humano y fácil de entender.
Nos
suele dar miedo lo desconocido, la incertidumbre, sobre todo si recordamos con
agrado un entorno económico que no es tan lejano en el tiempo, que nos fue más
propicio, más agradable y al que muchos desean volver.
Más
que sobrevivir, hay que adaptarse
Pero
la cuestión a dilucidar no es si queremos o intentamos volver a dicho entorno,
la cuestión es si podremos hacerlo, si los buenos tiempos, tal como los
conocimos, volverán a ser una realidad por más que nos empeñemos en ello. Hace
poco tiempo hablando con un empresario amigo mío, me comentaba como él cree que
la gente yerra en un aspecto fundamental al plantear la crisis actual, puesto
que la mayoría piensa que se tratar de sobrevivir a ella para que una vez pase,
estar posicionados en el mercado y obtener la merecida recompensa a nuestra
resistencia.
En
su opinión, esta forma de pensar no es correcta ya que aquí no se trata de
sobrevivir a una crisis pasajera, sino de adaptarse a un nuevo paradigma, a un
modelo nuevo de relaciones económicas distinto al que conocíamos y que ha
llegado para quedarse, eso que por ahí algunos denominan un cambio de época. El
éxito vendría entonces por saber adaptarse, no tanto por la capacidad de
sobrevivir que tenga cada uno.
Lo
cierto es que estoy bastante de acuerdo con el modo de pensar del bueno de mi
amigo empresario, inclusive se me ocurre que su reflexión se puede extrapolar a
todos y cada uno de los ámbitos en los que se subdivide el conjunto de la
actividad económica, por ejemplo, al de las relaciones laborales, tan sensible
y castigado en nuestro país. En este sentido, el cambio de época puede afectar
al modo de entender la actividad laboral del individuo, al concepto de trabajo
al que se enfrentará a lo largo de su trayectoria profesional de aquí al
futuro, más allá de las reformas legislativas puntuales que intenten paliar las
escandalosas cifras de desempleo con las que tenemos que convivir.
Nuevo modelo laboral
Creo
que los tiempos en los que en los que la fidelidad del trabajador hacia el
empresario era premiada con un puesto de trabajo para toda la vida, con una
seguridad laboral, han quedado atrás de un modo general y dudo mucho que
vuelvan a ser una realidad, al menos durante un largo período de tiempo.
Si
esto es así, el individuo ha de interactuar inteligentemente con el entorno
laboral que le va a tocar vivir, potenciando tanto las actitudes como las
aptitudes que le harán ser competitivo dentro de él. Si ya no es lógico pensar
que los trabajadores se jubilarán en la empresa donde comienzan su carrera
laboral, que es muy probable que se tenga que cambiar de compañía con relativa
asiduidad, entre otras cosas, porque las propias empresas desaparecerán en tiempos
relativamente cortos, como estamos viendo en los últimos tiempos y que,
inclusive, en algún momento de la trayectoria profesional del individuo es muy
probable que deba recurrir a fórmulas de autoempleo, a generar su propio
trabajo en base a sus conocimientos, su experiencia y la red de contactos que
haya podido acumular, deberemos adaptarnos a la nueva situación, no nos queda
más remedio.
La
estrategia de las personas a la hora de planificar su carrera profesional, de
formarse a lo largo de los años, en eso que se ha venido en llamar muy
acertadamente "formación continua", debe tener muy presente este
nuevo entorno.
Es
algo que visto con perspectiva da cierto vértigo, lo sé, pero es lo que nos
toca vivir. Contaba Platón, en su famoso mito de la
caverna, cómo unos hombres, que desde niños vivían encerrados en una caverna
donde sólo podían ver proyectadas en la pared las sombras de los que andaban
por fuera de ella, al salir y percibir una realidad muy distinta a la que
siempre habían conocido, deseaban volver a la caverna donde se sentían
protegidos. La clave del problema aquí radica en que es muy posible que ya no
exista caverna donde volver y protegerse.
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