lunes, 27 de junio de 2011

Derecho a la palabra. El poder de los grandes relatos. Querétaro. La Palabra


Notas de Argelino Garzón: La responsabilidad social, que está muy ligada al mejoramiento de la calidad de vida de la población, a la protección del medio ambiente y a la construcción de una cultura democrática, ciudadana y de paz, en el mundo de hoy, es uno de los principales deberes de los medios de comunicación, de los periodistas, de los programas de educación y de todas las personas relacionadas con la educación y la cultura.

En esa perspectiva, el derecho a la palabra, a la libre expresión y a la libertad de pensamiento, que están consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, no significa que los que trabajan en los medios de comunicación, no tengan deberes que cumplir no solamente como comunicadores o periodistas sino también como ciudadanos, uno de esos deberes fundamentales, es el de no perder de vista que un comunicador social, es ante todo, un maestro o maestra que orienta a la ciudadanía a partir de la verdad, de la objetividad y de la necesidad de la convivencia pacífica entre los seres humanos.

Es grande el daño que se hace a la democracia, al desarrollo de una cultura de los Derechos Humanos y al derecho universal que tenemos los seres humanos a educarnos, si la información que recibimos a través de la gran diversidad de medios de comunicación es deformada con relación a la verdad, sesgada por intereses particulares o ideológicos, limitada por temor a la violencia o a la censura. Informar, opinar y criticar es un derecho de cualquier persona y mucho más de los medios de comunicación, pero esos mismos medios pueden a la larga debilitarse o llegar a perderse, si al mismo tiempo, desde los propios medios de comunicación, no se está contribuyendo de manera permanente y pedagógica al desarrollo de una cultura democrática y de paz, a la necesidad de vivir en una sociedad que dialogue, que sea solidaria, que tenga capacidad de reaccionar frente a los hechos negativos que le afectan y a una profunda convicción de que todos los seres humanos necesitamos vivir mejor como base fundamental para consolidar la seguridad, el desarrollo económico y la convivencia pacífica en cualquier país de nuestro planeta.

 El poder de los grandes relatos. La Comisión convoca al Premio Lorenzo Natali de periodismo de 2011   Enlace para más información


Querétaro, elegida como la palabra más hermosa de la lengua española este año ¿Os gusta? A mi no, no me dice nada.


Y os recomiendo la lectura de un libro “delicioso”. Pensamiento en el camino de Bert Hellinger. Un fragmento como ejemplo:

La Palabra

La palabra en sus orígenes, es palabra hablada, palabra que se dice. Con ella se participa, se nombra o se describe algo. Sirve para el intercambio, es un dar y un tomar. Le  revela al otro algo que hasta ese momento quedaba oculto para él, le hace partícipe de algo personal y crea una relación y confianza. No solo se trata de lo que se dice, sino también de cómo se dice, del tono, de la expresión, de la mirada, del gesto. Es gracias a estos elementos que la palabra no solamente se escucha sino que también se ve.

Existen palabras de peso. En ellas se condensa un proceso, un acontecer, una realidad dilatada en un amplio lapso. Es el caso de la palabra madre, por ejemplo, o de padre o hijo. La palabra de peso mueve algo del alma, la conmueve, pone algo en marcha. Por ejemplo, el grito socorro o un simple por favor o gracias. Pero también la palabra vida o despedida o patria conmueven y ponen algo en marcha.

Algunas palabras penetran en nosotros y nos introducen, por el modo como se dicen, en el proceso que describen. Po ejemplo, la palabra soplo. O la palabra árbol, ante la que efectuamos, sin querer, un movimiento interior que reproduce la redondez de su copa en forma de gesto.

En la palabra hablada vibra algo que le falta a la palabra meramente leída. Por tanto, la palabra necesita tiempo. Sólo entonces lo que se dice puede obrar su efecto. En la palabra leída, uno puede apresurarse, incluso puede leerla por encima. Entonces solo se asimila una información, pero no su pleno contenido. Para captarlo hay que acompañar, la palabra con la voz y concederle el mismo tiempo que a la palabra hablada. Al leer un poema es cuando más fácilmente lo comprobamos.

Muchas veces, cuando decimos algo importante, tenemos que darle al otro tiempo necesario para que lo dicho resuene en él, para que lo repita interiormente. Solo así lo dicho alcanza su alma, rezuma todo su sabor y comienza a obrar su efecto. Pero solo podemos hablar de este modo si la palabra ha obrado su efecto dentro de nosotros mismos, si al decirla viene a ser una resonancia de lo que ha vibrado en nuestro propio yo.

Huelga decir que las palabras de esta naturaleza son parcas, inmediatas, y representan un regalo para el otro.

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