El dualismo cervantino y, de paso, una referencia a Shakespeare |
Calvin
y Hobbes remiten a un modelo bipolar, a una concepción dialéctica de ver la
realidad que tiene una larga tradición literaria: ambos personajes son
herederos de un modelo arquetípico que se remonta a las figuras de Carnaval y
Cuaresma (recordemos la obra de Juan Ruiz Arcipreste de Hita El libro
del buen amor), que tiene su culminación en las del Quijote y Sancho Panza
y que siguen en la modernidad -según Riley- en Mr. Pickwick y Sam Weller,
Sherlock Holmes y el dr. Watson, Laurel y Hardy, hasta en los robots C3PO i
R2D2.
Nuestra
pareja protagonista tiene mucho del espíritu de Cervantes: Calvin es idealista,
encarna el espíritu de la imaginación al poder, la libertad... Hobbes, en
cambio, es más meditado, intuitivo, es el amigo ideal de Calvin porque
sabe cuando ha de criticar a Calvin, cuando lo ha de aconsejar, y cuando es
mejor dejarlo seguir con locos planes. Los dos forman una unidad que se
complementa perfectamente. Un ejemplo de esto son las tiras que acaban con dos
respuestas diferentes de Calvin y de Hobbes sobre un mismo tema (fig). Esta
dualidad de planteamientos es muy común en la obra y es un buen indicador del
alto valor de las diferentes actitudes ante la vida de los personajes: las
respuestas no son contrarias, sino complementarias, y ayudan a conformar la
cosmovisión de Calvin como personaje, porque al fin y al cabo, Calvin y Hobbes son
uno.
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